Es la última hora de clase y la maestra de sexto grado escribe un cuestionario en el pizarrón.
Los chicos copian, hablan, se ríen, pelean, comen galletitas. Nicolás es uno de los pocos que escribe sin hablar; no se ríe, no grita, sólo escribe...y, de reojo, mira a Luciana.
Lucian copia, se ríe, habla, come caramelos, se suelta el pelo que cae sobre sus hombros pesado y brillante. Se da vuelta, le saca el lápiz a Mariano, le clava los ojos, lo controla, lo domina. Eso quisiera hacer con Nicolás y eso hará a partir del sábado. Por ahora, él sólo está ahí fingiendo ignorarla, pero mirándola de reojo.
La maestra terminó de copiar el cuestionario en el pizarrón y ordenó:
-¡Traigan todas las respuestas para mañana! ¡Sin falta!
Paula copió la última pregunta y comenzó a guardar sus útiles. Antes de que sonara el timbre, se miró a escondidas en el espejo. "Fea", se dijo. Fea, fea". Por un segundo se imaginó con la hermosa cabellera de Luciana. Se veía sentada junto a Nicolás, sacándose la hebilla que le sujetaba el pelo y dejándolo caer sobre los brazos de él.
Sonó el timbre y todos salieron del aula.
"Me gusta tu risa de campanitas", le había dicho un día Nicolás y ella se emocionó tanto que pensó que se moriría ahí mismo. Claro que la risa no era suficiente para que Nicolás se enamorara de ella. Para eso había que tener la cara de Luciana, su pelo largo, sus ojos. Todos los chicos estaban enamorados de ella.
Faltan tres días para el baile que organizaron los de séptimo. Tres días para que Nicolás caiga rendido a sus pies. Desde el lunes que la mira de reojo. Siempre la miró con timidez. Al principio se entendía porque Nicolás era nuevo y no conocía a nadie. Pero después...y ahora...
Luciana se puso un plazo para atraparlo. La noche del baile ella iba a bailar con él.
La chica más linda con el chico más lindo. Ella iba a llegar al baile más linda que nunca, se iba a acercar a él y lo iba a llevar a bailar. Y todos mirándolos con la boca abierta y muertos de envidia.
El baile se hace en el gimnasio de la escuela. Paula llega a las ocho en punto, sus compañeras la esperaban. Están todas, menos una.
Paula busca a Nicolás con la mirada, pero no lo ve. ¿Llegaría con Luciana? ¿Se habrían puesto de acuerdo? Y esta noche van a bailar juntos y Lucianaraña va a ser la reina, como siempre.
La música estalla y desparrama alegría. Las chicas y los chicos bailan todos juntos, se ríen.
Ahora llega Luciana. Baja la escalera y todos la miran. Decir hermosa es poco. El pelo le brilla furioso. Baja la escalera buscando disimuladamente a Nicolás. Pero Nico no está. Luciana se junta con las chicas y baila con ellas. Cada tanto mira la escalera.
Paula mira deslumbrada la cabellera de Luciana y piensa en la suya. ¿Qué le habrá querido decir su madre con eso de disfrutar de los rulos que tiene? Para ella eran tirabuzones parecidos a un resorte. Pensó en las palabras de su madre y se sacó la hebilla que sujetaba su pelo. Había dejado sus rulos libres.
De golpe subió el volúmen de la música y el ritmo se hizo más loco. Paula sentía que sus rulos subían y bajaban, sueltos, libres...y le causó gracia y se rió más y más.
Y ahí llegaba la presa, su presa.
Luciaraña había desplegado sus redes inmensas y lo aguardaba serena porque sabía que él iría directamente a ella.
Paula siguió bailando, con sus rulos agitándose al compás de la música y se rió con más ganas.
Nicolás se detuvo un instante al pie de la escalera y se quedó mirando. Luciaraña aguardaba, inmóvil en el centro de su red.
Nicolás caminó lento hacia el fondo del gimnasio, caminaba y sonreía. Se sentía feliz. La había visto, ahí estaba ella, más linda que nunca.
Hoy las cosas iban a ser diferentes. Hoy se iba a animar y le iba a decir todo eso que tenía guardado desde hacía rato y no se animaba a decirle.
Hoy sí. Por eso, llegó hasta ella y le dijo:
- Tus rulos se parecen a tu risa. Son mil campanitas sonando todas juntas.